Aquí me doy cuenta de que puedo
hacer muchas cosas. No tenía ni idea de que pudiera estar en tantos sitios
haciendo cosas tan diferentes: desde transportar estiércol y abonar el huerto
(a las siete) como explicar el evangelio de Marcos (a las nueve) en una misma
mañana. Sin embargo, lo que más me gusta es que explico el evangelio a gente
sencilla y hacen unos razonamientos desde su experiencia campesina e indígena
que me quedo con la boca abierta. Es increíble lo que puedo aprender de ellos. Me
gustaría que me pudieran observar como por un agujero para que vieran como la
estoy gozando: no paro de dar gracias a Diosito por esta oportunidad que me ha
dado. Ni tan siquiera echo de menos las comodidades de Barcelona –me lo
preguntaron el otro día y no había caído en ello.
Creo que empiezo a entender lo
que significa ser iglesia de los pobres e iglesia indígena. Lo mejor es que me
doy cuenta de todo lo que sé de teología –que es bastante, ciertamente- es sólo
es un saber teórico. ¡¡Cuánta falta hace la práctica!! Pero no una praxis
cualquiera, sino la de los empobrecidos. Se hace necesario vivir lo mismo que
ellos y comer como ellos lo hacen (sólo con una cuchara y en un mismo plato
para varios, por ejemplo) y sufrir como ellos (porque no son masoquistas).
Ahora –desde la vida- entiendo a Jon Sobrino, ahora entiendo aquello de
“salvadoreñizar a Rahner”, etc.
Aunque todavía no hablo kichwa
–estoy en ello- ya soy taita Alberto, tío Alberto y el hermano Alberto...
¡¡Realmente todo es gracia!!
Con todo, les agradecería que no
dejaran de encomendarme a Diosito.